Hollywood renegocia los contratos de los grandes de la pantalla y apuesta por fantásticos efectos especiales, como en '2012', o sagas como 'Crepúsculo'
Tom Hanks, Will Ferrell, Angelina Jolie, John Travolta, Russell Crowe, Denzel Washington, Julia Roberts, Adam Sandler, Eddie Murphy... la lista de afectados parece no tener fin. Estos actores y actrices, considerados seguros de vida para la taquilla, han visto cómo la crisis hacía que su privilegiado estatus desapareciera como por arte de magia: Hollywood ya no se fía de ellos.
"El final de la lista-A", decía Alex Dobuzinskis en Hollywood Reporter hace sólo unos días. La lista-A es el término que los grandes estudios acostumbran a utilizar para definir a las estrellas cuya presencia en una película garantiza su rentabilidad. Dobuzinskis explicaba en el artículo cómo los peces gordos del mundillo ya no confiaban como antaño en que un rostro pudiera atraer a los espectadores como solía.
Razones no les faltan: de los 15 títulos más vistos en 2009 en Estados Unidos (una lista casi idéntica a la del resto del mundo) copada por películas de animación y franquicias, sólo tres integraban en su reparto a algún actor-actriz conocido. Noche en el museo 2, con Ben Stiller, ocupaba un discreto noveno puesto, mientras que Sandra Bullock intentaba sacar la cabeza en el décimo con La proposición. Hacía falta desplazarse hasta la decimoquinta posición para encontrar a un clásico de los taquillazos, el mismísimo Tom Hanks con Ángeles y demonios.
La estrella de turno solía nutrirse de un trato a todas luces ventajoso para ella, pero perjudicial para los que aportaban el capital: un fijo sustancioso acompañado de un buen bocado de la taquilla en lo que llamaban "beneficios desde el primer dólar", y que no es otra cosa que el compromiso del estudio que -independientemente de que el filme funcione o no- el beneficiario sacará tajada desde que la película aterrice en los cines. Eso se acabó. A partir de ahora, todos (el último ejemplo lo constituye Harrison Ford, que ha aceptado protagonizar Morning glory rebajando su sueldo, y aceptando un porcentaje de la recaudación sólo si la película llega a un nivel determinado de ganancias) pasarán por el aro y nadie verá ni un dólar antes de tiempo.
Peter Guber, un ex ejecutivo de Sony ahora en Mandalay Pictures, lo explicaba claramente en el periódico The New York Times: "Lo cierto es que, si miramos las películas que hicieron más dinero en 2009, no vemos ejemplos de estrellas tirando del carro". Franquicias como Harry Potter o, más recientemente, la saga de Crepúsculo (cuya última entrega Luna nueva ha costado la ridícula cifra -para los parámetros hollywoodienses- de 50 millones de dólares, unos 33 millones de euros, y ha arrasado en todo el mundo) han demostrado que no es necesario poner a caras conocidas en las marquesinas para arrastrar a la audiencia al cine. La puntilla la han puesto filmes como Paranormal activity, Resaca en Las Vegas o District 9, que han conseguido mandar en taquilla con inversiones mínimas y con absolutos desconocidos al frente de sus respectivos repartos.
John Podhoretz, en Weekly Standard, iba aún más lejos al afirmar que hoy día "las estrellas distraen más de lo que atraen", antes de pronosticar el final del star-system que ha mandado en Hollywood desde los años treinta.
Como han demostrado películas del estilo de Star Trek, las dos entregas de Transformers o de la -muy reciente- 2012, el estudio de toda la vida prefiere ahora invertir en efectos especiales y grandilocuentes campañas de marketing que en nombres propios (los resultados financieros saltan a la vista). La revista Forbes, especializada en economía y considerada la biblia de los ricos, afirmaba hace unos meses que las franquicias acabarían impulsando un cambio de modelo que acabaría por relegar a las estrellas a un segundo plano. "Cuando se trata de los mejor pagados Hollywood, no están recibiendo un buen resultado a sus inversiones", decía la publicación.
Brad Pitt, Johnny Depp y Matt Damon son tres de los gigantes que parecen salvarse, aunque sea momentáneamente, de esta quema. El primero se libró por los pelos cuando su última película, Malditos bastardos, consiguió una taquilla más que digna a pesar de los agoreros que anunciaban un fracaso total. Depp pisó en falso con Enemigo público, pero sigue respaldado por el impresionante éxito de la trilogía de Piratas del Caribe, mientras que Damon espera reverdecer laureles con Green zone, su tercera colaboración con el realizador Paul Greengrass después de las dos últimas entregas de las aventuras del agente Jason Bourne.
Christopher Goodwyn, en la página web británica firstpost, colocaba la última pieza del rompecabezas para entender lo que se avecina: "La audiencia busca simplemente entretenimiento, así que los estudios están tratando de quitarse de encima todas esas películas obligatorias para optar a los Oscar para colocar en su lugar más franquicias y más comedias". Eso sí, de momento las estrellas no se han pronunciado: ya se sabe, corren malos tiempos para la lírica.
Tom Hanks, Will Ferrell, Angelina Jolie, John Travolta, Russell Crowe, Denzel Washington, Julia Roberts, Adam Sandler, Eddie Murphy... la lista de afectados parece no tener fin. Estos actores y actrices, considerados seguros de vida para la taquilla, han visto cómo la crisis hacía que su privilegiado estatus desapareciera como por arte de magia: Hollywood ya no se fía de ellos.
"El final de la lista-A", decía Alex Dobuzinskis en Hollywood Reporter hace sólo unos días. La lista-A es el término que los grandes estudios acostumbran a utilizar para definir a las estrellas cuya presencia en una película garantiza su rentabilidad. Dobuzinskis explicaba en el artículo cómo los peces gordos del mundillo ya no confiaban como antaño en que un rostro pudiera atraer a los espectadores como solía.
Razones no les faltan: de los 15 títulos más vistos en 2009 en Estados Unidos (una lista casi idéntica a la del resto del mundo) copada por películas de animación y franquicias, sólo tres integraban en su reparto a algún actor-actriz conocido. Noche en el museo 2, con Ben Stiller, ocupaba un discreto noveno puesto, mientras que Sandra Bullock intentaba sacar la cabeza en el décimo con La proposición. Hacía falta desplazarse hasta la decimoquinta posición para encontrar a un clásico de los taquillazos, el mismísimo Tom Hanks con Ángeles y demonios.
La estrella de turno solía nutrirse de un trato a todas luces ventajoso para ella, pero perjudicial para los que aportaban el capital: un fijo sustancioso acompañado de un buen bocado de la taquilla en lo que llamaban "beneficios desde el primer dólar", y que no es otra cosa que el compromiso del estudio que -independientemente de que el filme funcione o no- el beneficiario sacará tajada desde que la película aterrice en los cines. Eso se acabó. A partir de ahora, todos (el último ejemplo lo constituye Harrison Ford, que ha aceptado protagonizar Morning glory rebajando su sueldo, y aceptando un porcentaje de la recaudación sólo si la película llega a un nivel determinado de ganancias) pasarán por el aro y nadie verá ni un dólar antes de tiempo.
Peter Guber, un ex ejecutivo de Sony ahora en Mandalay Pictures, lo explicaba claramente en el periódico The New York Times: "Lo cierto es que, si miramos las películas que hicieron más dinero en 2009, no vemos ejemplos de estrellas tirando del carro". Franquicias como Harry Potter o, más recientemente, la saga de Crepúsculo (cuya última entrega Luna nueva ha costado la ridícula cifra -para los parámetros hollywoodienses- de 50 millones de dólares, unos 33 millones de euros, y ha arrasado en todo el mundo) han demostrado que no es necesario poner a caras conocidas en las marquesinas para arrastrar a la audiencia al cine. La puntilla la han puesto filmes como Paranormal activity, Resaca en Las Vegas o District 9, que han conseguido mandar en taquilla con inversiones mínimas y con absolutos desconocidos al frente de sus respectivos repartos.
John Podhoretz, en Weekly Standard, iba aún más lejos al afirmar que hoy día "las estrellas distraen más de lo que atraen", antes de pronosticar el final del star-system que ha mandado en Hollywood desde los años treinta.
Como han demostrado películas del estilo de Star Trek, las dos entregas de Transformers o de la -muy reciente- 2012, el estudio de toda la vida prefiere ahora invertir en efectos especiales y grandilocuentes campañas de marketing que en nombres propios (los resultados financieros saltan a la vista). La revista Forbes, especializada en economía y considerada la biblia de los ricos, afirmaba hace unos meses que las franquicias acabarían impulsando un cambio de modelo que acabaría por relegar a las estrellas a un segundo plano. "Cuando se trata de los mejor pagados Hollywood, no están recibiendo un buen resultado a sus inversiones", decía la publicación.
Brad Pitt, Johnny Depp y Matt Damon son tres de los gigantes que parecen salvarse, aunque sea momentáneamente, de esta quema. El primero se libró por los pelos cuando su última película, Malditos bastardos, consiguió una taquilla más que digna a pesar de los agoreros que anunciaban un fracaso total. Depp pisó en falso con Enemigo público, pero sigue respaldado por el impresionante éxito de la trilogía de Piratas del Caribe, mientras que Damon espera reverdecer laureles con Green zone, su tercera colaboración con el realizador Paul Greengrass después de las dos últimas entregas de las aventuras del agente Jason Bourne.
Christopher Goodwyn, en la página web británica firstpost, colocaba la última pieza del rompecabezas para entender lo que se avecina: "La audiencia busca simplemente entretenimiento, así que los estudios están tratando de quitarse de encima todas esas películas obligatorias para optar a los Oscar para colocar en su lugar más franquicias y más comedias". Eso sí, de momento las estrellas no se han pronunciado: ya se sabe, corren malos tiempos para la lírica.
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