Noviembre 22 de 2009 Caleñas fanáticas. María Camila y Paola (abajo) son seguidoras de esta saga de la que se han vendido más de cinco millones de ejemplares en los países de habla hispana. Bernardo Peña / El País Por Isabel Peláez, reportera de El País.
No son emos, así se vistan de negro. Se encierran en su cuarto sin comer ni dormir, pero no por depresión, sino por una buena razón: gracias a ‘Crepúsculo’ se enamoraron... de la lectura. Se llama María Camila Quintero Bedoya. “Pero todo el mundo me dice ‘Cami’”, aclara, mientras abre de par en par sus ojazos verdes con los que devora páginas. Tiene 17 años. Hasta hace poco le aburría leer. “Mi mamá me compró ‘Crepúsculo’, se lo leyó primero, me dijo que me iba a encantar. Yo le dije ¡Nooo, qué jartera! De tanta lata, me lo empecé a leer en inglés”. Así, admite, se volvió adicta. Ya no quería uno, sino dos, tres libros... “Estaba estudiando y no pensaba sino en llegar a la casa. No comía, no dormía, leía y leía. Me quedaba leyendo hasta las cuatro de la mañana. Me demoré dos días leyendo cada libro”. Y estamos hablando de novelas de más de 800 páginas.
“Cuando llegué al ‘Amanecer’ lo cogí más suave, ya iba a terminar y dije: “¿Bueno, me los termino y... ¿después qué’?”. Han pasado dos años. Y aún no se cura. Se diagnostica adicta a la saga de Stephanie Meyer. Al amor de Bella Swan y Edward Cullen, que “no es una historia de vampiros chupa sangre, sino de ‘Romeo y Julieta’ modernos. Me encanta ver como ellos dos se quieren, y aunque sea un amor imposible siguen juntos”. Advierte que es una adicción a la que los hombres no están inmunes. Juan Camilo Quevedo, un diseñador gráfico de 22 años, idealiza a Bella: “Uno ve en ella todo ese romanticismo que no muestran las niñas de hoy, y empieza a valorarlo”. Hasta le ha servido para replantear su vida. Luego de leerse los libros, siendo “un lector perezoso” (les dedica una hora diaria antes del trabajo) dice que ha aprendido mucho sobre la amistad y del amor: “Los hombres del libro no dejan de serlo por defender lo que aman, por ser cariñosos y románticos, por tratar de entenderlas... Con Bella uno aprende a comprender a las mujeres”.
Extrañamente, Camila admite que al empezar a leer Crepúsculo, la invadió la melancolía. “Me sentía triste. ¿Por qué Edward solamente existe en un libro?, decía, me daba rabia y pensaba: sólo me voy a casar con alguien como él, que me entienda, que me valore”. Mientras habla con su voz nasal y dulzona, del libro que abraza resbala una cuchilla de afeitar. “¿Qué es eso?”, le pregunto. “No somos emo, ¿bueno?”. Al verme ahí, pasmada, me explica: “Nos confunden con emos, cosa que no-so-mos”. Está bien que a veces nos vestimos de negro, pero nada qué ver. Ah, tampoco somos nerdos”, enfatiza alzando sus cejas muy depiladas (entonces caigo en cuenta de la utilidad de la cuchilla: así evita que la confundan con un emo). Bastante tiene con que la llamen: ‘Vampira’. Los ‘crepusculianos’ Oficialmente les dicen ‘crepusculianos’, a quienes integran los cinco clubes que existen en Colombia, que suman más de 2.500 fans de distintas edades y mantienen contacto virtual las 24 horas del día y físico una vez al mes por lo menos. La única que entiende a Camila es su mamá. Es una ‘Twilightmom’: mamá aficionada a ‘Crepúsculo’.
En Estados Unidos, muchas madres dicen que la historia les ha ayudado a mejorar la relación con sus hijas. La mamá de Camila vive en Estados Unidos y no sólo va a las fiestas de la saga que hacen allá, la provee de afiches, muñecos inspirados en los protagonistas (Robert Pattinson y Kristen Stewart), cajita musical, DVD, separadores, dulces, chocolatinas, libros -tiene dos de cada uno, en inglés y español-, botones, lapiceros, manillas, calendario, camisetas... Pero no todos los papás son tan civilizados como la mamá de Camila. Según ella, muchos son como su abuela, que le recrimina “que esté hablando de los vampiros esos”. O como su papá, quien se queja: “¿Cómo la van a dejar ir donde esa gente vestida de negro?”
Camila explica: “Nos vestimos de negro, de rosa, hay hasta niños de corbata, no somos satánicos”. Guía para padres Atención, papás: ‘Crepúsculo’ es la historia de una adolescente, Bella Swan, que se muda a una nueva ciudad y se enamora de un vampiro “vegetariano”, Edward Cullen, que bebe sangre de pumas y otros animales, en vez de humanos, porque “no quiere ser un monstruo”. Estos vampiros no son las criaturas típicas de otras historias de terror. No tienen colmillos. Andan a plena luz del día (aunque no duermen), van al colegio, tienen un cuerpo perfecto y su imagen sí se refleja en el espejo. Paola, amiga de Camila, estudiante de diseño gráfico de 23 años, a la que conoció gracias a la saga en Facebook, confiesa que sus amigos la saludan de manera peculiar: “Hola, niña Crepúsculo”. Y la llaman “crepusculera” o “crepusculina”. Ella empezó a leer la saga a los 16, después de ver la película. “Fui con un amigo, él lloró. A mí me encantó. La vi varias veces. Hasta que una amiga me mandó por correo los libros en los que estaba basada la película. Dejé de dormir, de comer. En una semana que mi mamá estuvo de viaje, me leí cuatro libros y 12 capítulos que salieron del posible quinto: ‘Sol de medianoche’”. En esa semana le salieron ojeras por el trasnocho. Se levantaba tipo 9:00 a.m., aprovechando un receso en la universidad. Y cuando miraba el reloj, ya eran las 7:00 p.m. “Ni hambre me daba, paraba para descansar la vista y otra vez, a seguir. Volvía a mirar el reloj: 5:00 a.m. Lo bueno es que en mi casa nunca hay nadie”. “Mis amigos pensaban que me estaba chiflando. ‘Sólo hablas de esos libros’, me decían. Mi mejor amiga reclamaba: ‘Te perdí, Paola, Ni me determinas’. Después de leer los libros, se convirtió en compañera de causa”, dice. Con ella convocó a 250 caleños que ya compraron las entradas para ver la película el día del estreno: 27 de noviembre, 6:45 p.m., en Chipichape. Por su parte Jennifer Mosquera, estudiante de comunicación social y seguidora de Volterra.com, con 388 fanáticos en el mundo (113 de Colombia), dice que la historia les enseña que “por más que queramos vivirlo todo, no hay nada más importante que la familia”. Hay quinceañeras que se identifican con Bella, como Stephanie Paola Jiménez. “Al igual que ella mantengo en el suelo, elevada, pienso bobadas y hasta nos vestimos parecido”. Pero la influencia es mayor: “Yo conseguía un novio y a las dos semanas me cansaba de él. Al leer la saga, aprendí a escoger mejor a los niños”. En el colegio se juntaba con otras dos amigas: “Parecíamos zombies leyendo entre clases. Leía hasta que me dolían los ojos. Fui la última que empezó, y acabé primero”. Según los adolescentes, el libro surte más efecto que una clase de sexualidad. “En el tercero, Bella quiere que estén juntos íntimamente y Edward, chapado a la antigua, le dice: ‘No, hasta que no te cases conmigo’. Para ella es un golpe: ¿cómo así?”. Luego él quiere estar con ella, y ella responde: ‘Tú dijiste que nos casáramos, estoy de acuerdo, mejor que después estemos juntos’. Paola dice que muchas niñas, gracias al libro, piensan diferente. “Muchas me dicen: ‘Hasta que no llegue un Edward que me valore, que me respete, no me acuesto con nadie’. Este libro es tan mágico que nos ha llevado a valorarnos como mujeres”.
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